martes, 10 de enero de 2017

Que nadie borre tu esencia.


Llegaron los temidos años de instituto... y si los niños eran crueles, los adolescentes todavía más. Yo fui desarrollando mi propio estilo y prsonalidad, el color negro fue mi compañero y los pinchos, mis complementos. Música oscura es lo que me pedía mi cuerpo. Dentro de ese pequeño mundo me sentía bien, pues en aquellos momentos era un reflejo de lo que habitaba en mi interior. Lo que la sociedad fue sembrando en mí. Siempre a la defensiva esperando cualquier ataque, negativa... La luna se convirtió en testigo de mis evasiones nocturnas enntre velas y incienso, dibujos y poemas oscuros, Me convertí en una hija de la noche.

Por el día seguían las humillaciones, los insultos, las collejas, el vacío, el "vas a reventar de tanto beber sangre", los largos estirones de pelo en el autobús de camino al instituto, las amenazas, los llantos encerrada en el baño con miedo de salir al exterior. En definitiva... El sentirme como la más grande de las mierdas. Pero ellas y ellos siempre estuvieron allí esperando mi llamada de socorro para venir al rescate... seres nocturnos como yo, otras almas torturadas. Esos ángels caídos se conviertieron en mis amigos, mis aliados, mi salvación. Ya no estaba sola al salir de esa saña de tortura. En esa época también conocí a mi primer amor... otro hijo de la noche que me acompañó. Aquello se conviertió en una relación en la que el diablo estaba presente, pero oh! Cuánto nos amamos... Me sentí querida, cuidada, arropada. Él me enseñó la noche, los sitios de reunión de otras almas como yo. Reímos y lloramos hasta que vi acercarse mi muerte y aquello se tuvo que desvanecer... Aquella sombra no quería alejarse de mí, me sentía atrapada, rodeada, desesperada por hacerla desaparecer.
Luego por fin terminó... las humillaciones y el vacío no desaparecieron, pero ya no quedaba dolor físico alguno.
Seguía siendo un alma oscura, hija de la fría noche... Un alma salvaje condenada a vagar sin destino, sin control.

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